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Nostalgia del Caribe Colombiano
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== Nostalgias del Caribe Colombiano ==
Encontramos en Rebolo a los vástagos varones del hombre que ofrecía periódicos y revistas en ese histórico lugar de Barranquilla, mientras atrapaba con su conversación a potentados y Presidentes
Por Andrés Salcedo
Hay algo que salta a la vista en cada uno de estos cinco hombres, que están viviendo, todos cinco, una madurez desahogada y al mismo tiempo productiva: su veneración casi religiosa a la memoria del jefe de la tribu, el viejo Alejandro, el primer Portaccio famoso. Su viejo.Alejandro Portaccio había llegado de las sabanas bolivarenses, atraído por el clima político de la ciudad, que era en ese momento el más grande fortín liberal de la república. Un tipo trabajador y buen bailarín, que no ocultaba sus simpatías por la izquierda, lo que no le impedía hacerse amigo de los godos más recalcitrantes. El viejo Portaccio atrapaba con su labia a todo el que llegaba a preguntarle por el diario, alguna revista de difícil consecución o un número atrasado de cualquier periódico. Pero también su esposa, Ana Belén Fontalvo, una humilde mujer de Palmar de Varela, aportó cosas importantes a la educación de “los cinco magníficos”. Gracias a que ella hacía rendir las modestas ganancias que dejaba el puestico de periódicos, los Portaccio pudieron visitar buenos colegios y adquirir una excelente educación.Alberto Luis, el mayor, llegó a ser una figura descollante del micrófono en los años dorados de la radio. Un impecable lector de noticias con una dicción perfecta y una voz recia que hacía trepidar la tela que cubría los parlantes en los radios de antes. Cuando ya la radio local se le hizo pequeña, Alberto Luis viajó a Bogotá, y trabajó en las principales emisoras y cadenas radiales del país. Su estilo hizo época en la Voz de Bogotá, como lector del famoso radioperiódico La Opinión. Y en La Voz de Colombia, la emisora de los Gómez Hurtado, que era entonces la más potente de país, fue la voz oficial de Orientación, el noticiero radial que dirigían Silvio Villegas y Juvenal Betancourt.Un día lo llamaron de RCN para que fuera a dirigir la recién inaugurada Radio Buenaventura y se fue para allá. En el radioteatro de esa emisora, el mayor de los Portaccio presentó a las grandes estrellas de la época: Nelson Pinedo, Los Churumbeles, la pianista Isolina Carrillo, la orquesta de Don Américo, el Pibe Castillo, Carlos Julio Ramírez, Alma Costello, Los Chaparrines. Una saga de maestros de escuelaParalelo a su carrera de hombre de radio, Alberto Luis Portaccio Fontalvo ha ejercido su profesión de pedagogo. En el Colegio Colón, donde fue prefecto, aún se le recuerda como un educador de mano dura, para quien la disciplina debía ser la base del proceso formativo, algo en lo cual no transigía, como lo comprueban las numerosas anécdotas que hoy todavía refiere, divertido y memorioso, sin omitir el menor detalle. El año, el nombre del alumno, la pilatuna cometida, el castigo impuesto. Educador y hombre de radio como su hermano mayor, José Portaccio también trabajó en las mejores emisoras de Barranquilla, antes de radicarse en Bogotá, donde ha cumplido una larga y brillante labor docente en un famoso colegio.Calladamente, con una seriedad y una disciplina admirables, José ha venido escribiendo una serie de libros cuyo tema gira en torno a la música popular, campo en el que sus investigaciones han ido más allá del simple recuento de nombres, datos y fechas. Él ha desentrañado las claves folklóricas de la música colombiana de las diferentes regiones. Ha escrito libros que ya son clásicos del género, como su biografía de Lucho Bermúdez, su investigación sobre el bolero en la costa o su documentado estudio sobre la influencia que ha tenido la música cubana en Colombia y la nuestra en Cuba. El “todoterreno” de la familiaEl siguiente en la dinastía es Ilio, quien después de vivir muchos años en Bogotá, regresó hace poco a Barranquilla y encontró el refugio ideal para su sosegada madurez en una casa con terraza de El Recreo.Ilio es eso que en el béisbol llamamos un “utility”. Antes de emigrar a la capital, vendió libros y cuadernos en la Casa Clavería, lo que siguió haciendo los primeros años en Bogotá. Pero sus conocimientos químicos lo llevaron por otro camino. En un conocido laboratorio farmacéutico tuvo a su cargo la preparación de esos productos que todo colombiano hipocondríaco tiene a mano: fortificadores cerebrales, calmantes, vitaminas.Ilio, el farmaceuta, combinaba este trabajo con su verdadera vocación: el canto y la actuación. Fue tenor de la Ópera de Colombia y alternó con las grandes figuras del género. Con Carmiña Gallo y Zoraida Salazar actuó en la versión de la “Aída” de Verdi que se montó para la inauguración del teatro de Colsubsidios. Y en otra ocasión asumió la parte cantada de la Novena Sinfonía de Beethoven.En la televisión, hizo varios papeles en telenovelas tan recordadas como “La Abuela”, al lado de Teresa Gutiérrez, “La Pezuña del diablo”, donde encarnó a un cura inquisidor, “Amalia” y “Cóndores no entierran todos los días”. También incursionó en el cine. En “El detective privado”, protagonizada por el Gordo Benjumea, aparece como chef de un restaurante. Pero ya todo eso pertenece al pasado. Ahora, Ilio Portaccio vive una vida tranquila. El antiguo farmaceuta le ha dado la espalda a la química y se ha transformado en un profundo conocedor de las terapias y los medicamentos alternativos.El artista y el banqueroRosny es cantante, músico y, como sus hermanos mayores, pedagogo. Heredó la vena musical de un abuelo sampuesano de los Portaccio que era violinista y componía puntos guajiros y de los tíos de su mamá, que tocaban la flauta de millo en el pueblo.Químico, biólogo, profesor, Rosny lleva toda la vida cantando. En la televisión, en la radio. En la Media Torta, en un bar de La Habana, en un teatro de Tokio, en una calle de Santiago, sobre la cubierta del “Gloria”, el buque insignia de la armada nacional.Canta de todo. Boleros, cumbias, sones cubanos, baladas, pasodobles, bambucos, lo que le pongan. Y, por supuesto, música llanera, que es una de las que más siente y conoce, lo que le permitió escribir un interesante libro sobre el tema, que se suma a otro, publicado antes, sobre el folklor de los litorales.Rosny. Un man buena gente que alguna vez fue el pelado vacilador que bailó con las mejores parejas de Rebolo y a quien los tantos años fuera de su ciudad no han hecho otra cosa que fortalecer su ñerismo. Ahora es un pelado alopécico que canta joropos como si hubiera nacido en Acacías.La noche del encuentro con los 5 magníficos en la casa de Ilio, noté que Jorge, el menor, permanecía un poco al margen de las conversaciones, algo retirado y casi siempre ausente. Es su talante tímido, me explicaron. Sus hermanos dicen que él es la eminencia gris de la familia. El sabio silente. El que no ha necesitado micrófonos ni cámaras para afirmarse y propagar la herencia del viejo Alejandro. El caso es que Jorge lleva 30 años vinculado al Banco Popular. Un tipo en el que se puede confiar, digo yo. Sus hermanos lo confirman en coro. Y él se pone rojo como un tomate.No les ha ido mal a los cinco hijos del viejo Alejandro, esta sorprendente saga rebolera, algunos en edad jubilar, que vivieron buena parte de su infancia en el callejón de Hospital entre Soledad y Maturín, junto al temible, maloliente arroyo Tumba Cuatro, cuando la ciudad ya había empezado a decaer y a estirarse hacia el norte. No es fácil reunirlos a los cinco. Pero cuando eso ocurre, se nota lo unidos que son. Se quieren y se respetan y su relación obedece a una estricta jerarquía gerontocrática, como ocurre en las sociedades secretas o entre los japoneses, los sicilianos y los indios sioux. Escucharlos hablar de música y de músicos es un verdadero privilegio. Es como presenciar esos lujos que hacen en las prácticas los futbolistas, pasándose la pelota unos a otros sin dejarla caer.
 
 
==Últimas noticias==
===14/03 [[Secuestrador capturado en Venezuela es líder de las FARC]]===
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Por ALFREDO DE LA ESPRIELLA
Aunque pueda parecer todo cuanto detallo en esta memoria cordial de la vieja Barranquilla exageración mía por cariño y devoción por la ciudad, sepan que no lo es. Y personas que vivieron como yo muchas de estas comparaciones estarán de acuerdo, que, evidentemente nuestra capital atlanticense era polo turístico de la Costa Atlántica y uno de los más apetecidos por las gentes del interior que se venían a pasar sus vacaciones a la orilla del mar y a conocer Barranquilla que ofrecía muchas cosas interesantes y novedosas.Claro que no teníamos nevados, ni volcanes, ni tampoco reliquias coloniales. Pero, en cambio nuestra urbe cosmopolita ofrecía el encanto de una modernidad extraordinaria que muy pocas ciudades del interior gozaban. Nuestro barrio de “El Prado” constituía todo un sector residencial con mansiones que sorprendían, como ocurría con la mayoría de las viviendas, cuyas fachadas, jardines y estructuras paralizaban el tráfico, como se decía. Los bulevares, asimismo, brindaban el atractivo de su arborización que sorprendía, sobre todo en diciembre cuando empezaban los robles, las acacias y los matarratones a florecer, árboles de vivos colores encendidos que daban una pátina sorprendente cuya vegetación obligaba a todo turista captar con su “kodak” y retratar a parientes y amigos a la sombra de estos troncos agradecidos.No menos, las bongas, ceibas, samanes y pivijayes del Hotel del Prado. Un hotel de primerísima categoría, cuyas estrellas brillaban en este firmamento tropical con mucho brillo, pues, no había en todo el país otro de semejante belleza y ambiente. Vivía “full”. Su crédito imponía, y la fama que correspondía al prestigio de su cultura hotelera a la altura de los mejores del mundo. Inclusive, tenía piscina. Una atracción más, pues, también era única en Colombia. Aparte, por supuesto, del ambiente social que estimulaban sus propietarios y la empresa, especialmente, en Carnaval.Justamente, esta temporada de febrero se convertía en la más turística. Ya que nuestra fiesta tradicional alcanzaba fama nacional y aunque no había muchas facilidades como ahora para el transporte masivo, siempre los aviones de la “Scadta”, luego los de “Avianca” y aún los buques de la “Naviera” nos acumulaban aquí turistas que gozaban sorprendiéndose de esta fiesta excepcional que, desde 1942 cuando se creó el Comité de Turismo y Carnaval de la Sociedad de Mejoras Públicas, a través de esta entidad con prestigio nacional también empezó a promocionar la temporada de los cuatro días. Con excelentes resultados. Ya que se mostraba una faceta de la ciudad, típica graciosa, original con una suerte de espectáculos cuales en su género tampoco ninguna otra capital colombiana podía superar.Contábamos con parajes frondosos y atractivos, la “Avenida de Los Cocos” y las “Ceibas de Rondón”. Grande parte de las calles y principales arterias de la ciudad estaban pavimentadas en “Macadam”. Lo cual constituía entonces una novedad que sorprendía, y a nosotros también nos enorgullecía, pues, en su género había sido Barranquilla la primera ciudad pavimentada por este moderno sistema que empezó a aplicar las Empresas Públicas Municipales a partir de 1930.Eramos ya la Primera Ciudad Deportiva de Colombia. Más de dos mil turistas gozaron los III Juegos Olímpicos Nacionales admirando el fabuloso Estadio Municipal único también en el país, como la Piscina Olímpica en el Parque “11 de Noviembre”. Otro suceso de la época: la exposición permanente de productos nacionales. Personajes que llegaban de visita encontraban amplia acogida además en los dos clubes de la alta sociedad —”El Barranquilla” y el “Country”. No solo la edificación como el ambiente sorprendían por la elegancia y las excelentes condiciones y atenciones que proporcionaban los socios a sus invitados.Obligadamente, porque constituía todo un paseo turístico de categoría era llevar a tres sitios claves:Las “Bocas de Ceniza”. Impresionante paseo que dejaba “epaté” a todo turista que por vez primera en su vida veía el imponente paisaje de la desembocadura del Río en el Mar Caribe. La visita al Campamento de “Las Flores” era todo un suceso. Como ocurría también con los jardines del Acueducto Municipal. Sin ser un Jardín Botánico propiamente dicho, aquellas parcelas bien cultivadas con preciosas matas, plantas, arbustos y árboles de toda nuestra rica vegetación causaba gratísima impresión.Como no menos el paseo hasta el sitio de “Veranillo” donde estaban los hangares y oficinas de la “Scadta”. Rodeado, asimismo, de una arborización preciosa, la curiosidad de ir a ver los domingos amarizar los hidroaviones y compartir la felicidad que proporcionaba todo este centro de operaciones de la primera compañía comercial de aviación de la empresa colombo-alemana. Los paseos en los buques de Río, otro acontecimiento.Disfrutar luego las calles del “Prado” o del “Centro” con iluminación que sorprendía, cual constituía de noche todo un sortilegio. Los almacenes del “Comercio” con vitrinas decoradas e imponentes edificios como “El Palma”, “El Continental”, “El Eckardt”, “El García”, más la cordialidad de las gentes que se ganaban el aprecio y simpatía de todo mundo que visitaba la ciudad.En todas partes del mundo ha habido pequeños rincones, tabernas o tascas que la tradición respeta por algún motivo sentimental, y Barranquilla tenía, por ejemplo para los artistas, toreros y demás compañías que visitaban la ciudad, permanentemente, lugares de tanto linaje como el Café “Roma”, abierto de día y de noche. Y el famoso cabaret “El Jardín Aguila”.Como se sabe, los turistas, aparte de tomarse retratos al pie de estatuas o de alamedas y paisajes urbanos, buscan asimismo, los restaurantes y comedores donde saborear los platos típicos tradicionales. Y contábamos también con dos cocinas criollas de rechupete: el negocio del Negro Adán y el de la Negra Eduarda. Y, si queríamos todavía sacarle a la digestión más bicarbonato nos íbamos para Soledad, donde la Vieja Emelina, meca de las butifarras, las arepas con huevo, las caramañolas y los buñuelos; más pasteles, sopas de mondongo, sancochos de gallina javá.Y si queríamos brindar frutas tropicales de jugos exquisitos y baratas, además, para eso teníamos hasta en los propios patios de las casas aún las más pobres, los palos de guayaba, ciruela, mango, mamón, corozo, níspero, y si queríamos más, los vasos de esos jugos como los del peto, los guarapos helados, la chicha de arroz, la de guanábana, el masato.En Barranquilla, en 1926, se fundó la primera empresa de turismo que tuvo el país. La de Ramón Martínez Bermúdez. La cual llamó “Ramarbe”. Y puso a circular excursiones a todos estos sitios en cómodos automóviles con intérpretes para los turistas que no hablaban español, pero se comunicaban también con morisquetas. Y ni hablar del tren a Puerto Colombia que partía de la “Estación Montoya”.Las playas de este balneario como el de Salgar eran bellísimas. Y el ambiente, de primera. Si no, recuerden el “Motel Esperia”, el de “Tomasita” o el “Atlántico” para citar apenas unos cuantos que ofrecían como todos espléndidos servicios. Era este balneario, aunque ustedes tampoco lo crean, el favorito para todas las lunas de miel, pues, incluía la “Terraza Marina” que era como sentirse flotando en un paquebote turístico; y los sábados y domingos gozar con la orquesta de jazz. Así como las visitas a los buques de la “Grace”, cenar a bordo y comprar en los almacenes de lujo.
 
==Editores==