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La enumeración de las 10 mejores españolas se completa con la Carlos III de Madrid, la Pompeu Fabra de Barcelona, las politécnicas de Cataluña y Valencia y la de Zaragoza.
 
Estados Unidos y Reino Unido son los países que encabezan la clasificación, el ranking de Shanghái o ARWU (Clasificación Académica de Universidades del Mundo, en sus siglas en inglés). Entre las 100 primeras hay 52 universidades americanas, 35 europeas y 13 de Asia y Oceanía. África no tiene ninguna. España ha tenido entre nueve y 13 representantes entre las 500 citadas pero ninguna se ha situado entre las primeras 100 y, en algunas ediciones, como la actual, tampoco entre las 200. Hay 12 naciones en el top 50, entre las que están Dinamarca, Canadá, Francia o Alemania. Otras seis más entre las 100 mejor clasificadas, donde se añaden Finlandia, Noruega, Bélgica o Israel. Y hasta un total de 27 entre las 200 en cabeza, donde están países como Italia, Irlanda, Portugal o Brasil.
 
Se habla de ‘endogamia’ en las universidades españolas, queriendo decir que los alumnos que han empezado en una de ellas acceden a un puesto fijo en la misma, y esto se considera mal, sin dar razones de la cualificación moral. Se dice que los tribunales de acceso a plazas fijas en las universidades los nombra la propia universidad para garantizar que la plaza se ocupe por el candidato de aquella.
 
Los laboratorios en distintas universidades no son compatibles, y pocas universidades ofrecen incentivos para atraer profesores de fuera. Incentivos, laboratorios, equipos: Todo ésto exige dinero, una inversión rentable, pero que las universidades no saben, quieren o pueden cuantificar. Si los que pagan, que son los alumnos, no prefieren unas universidades u otras por la clase y calidad de la investigación, sino por la proximidad a su domicilio, y las agencias de financiación de la investigación no financian a equipos independientes de las universidades, el palo y la zanahoria fuerzan a que los profesores se queden en sus lugares de origen.
A ésto se añade la estructura social española. En nuestro país es muy difícil vender una casa, y los salarios son adecuados si trabajan los dos miembros de una pareja. Mudarse de universidad significa mudar a dos personas. Si mudar una es difícil, mudar a dos es imposible. La universidad se adapta a los esquemas sociales en donde esta integrada.
 
No es un tema para una columna, pero desde aquí al menos podemos incitar a que se produzca el debate. Provoquemos con algunos brochazos.
 
# En España la creación y gestión de las universidades ha sido el juguete de determinadas élites políticas, que han pensado siempre más en su rentabilidad política que en los fines que esta institución está llamada a cumplir. Lo importante es que estuvieran “a mano”; o sea, una como mínimo en cada capital de provincia, y con tantas especialidades como sea menester. Costara lo que costara, como con el AVE.
# El subsistema científico es hoy ya absolutamente global y, por tanto, se hace en inglés. Bajo estas condiciones no es casualidad que compitan mejor los anglosajones, pero también otros países que llevan años haciendo casi toda su vida académica en inglés, como Holanda o Israel, los escandinavos y algunos asiáticos. En otros más cercanos a nosotros, como Francia, muchos departamentos disponen de fondos para traducir los trabajos de sus miembros a dicha lengua.
# Carecemos de instrumentos ágiles y eficaces para incentivar la excelencia, y nos cuesta “discriminar” entre universidades, departamentos y profesores. Impera el “café para todos”, salvo por la vía indirecta de los proyectos de investigación. Mucha “funcionarización”, que no tiene por qué estar reñida con la estabilidad –tenure-, poca movilidad, y subversión de figuras como la de asociado.
# Los profesores, sobre todos los jóvenes, se encuentran con que tienen que dedicar gran parte de su tiempo a labores de gestión por la palmaria falta de apoyo administrativo. Es como competir con un brazo atado a la espalda. Nos come la hiperburocratización y el exceso de docencia provocado por nuestra versión de la reforma de Bolonia.
# Otro hecho diferencial: escasísima implicación del sector privado. El esfuerzo en investigación recae casi exclusivamente sobre fondos públicos. Además, la mayoría de las universidades privadas, con dignas excepciones, son un mero negocio organizado sobre la docencia.
 
Resultado: en efecto, podríamos estar mejor, pero para eso haría falta que tuviéramos claro para qué queremos las universidades y el esfuerzo social que estamos dispuestos a hacer en ellas. Por ahora sólo impera el silencio y las inercias.
 
https://es.wikinews.org/wiki/Ayuda:Referencia_r%C3%A1pida
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http://www.elmundo.es/sociedad/2016/09/06/57cdca0122601d2b2f8b4692.html
http://www.madrimasd.org/blogs/medioambiente/2012/06/06/105346
https://politica.elpais.com/politica/2017/08/15/actualidad/1502788481_708679.html