Ingrid Betancourt: "Colombia debe superar sus apasionamientos"

A pocas horas antes de recibir el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2008, Ingrid Betancourt fue entrevistada por los periodistas Carmen Mateo y Ana Salas del diario español 20 Minutos. La ex rehén de las FARC repasa las experiencia durante el secuestro, su vida luego de su liberación y la situación política en Colombia.

Ingrid Betancourt durante la entrevista.

Oviedo, España
24 de octubre de 2008

La pregunta es obligada, ¿Cómo se encuentra?

Estoy bien, muy bien. Me siento muy realizada.

Seis años, cuatro meses y nueve días de cautiverio ¿Cómo no llegó a perder la cuenta?

En la selva los días pasan muy lentamente pero los años, más lentamente aún. Y de pronto, cuando te das cuenta, ves que has vivido mucho en pocos años, mucho y muy rápidamente.

Al comienzo de su cautiverio, las FARC se encargaron de hacerle saber al mundo que usted era un bien canjeable ¿Qué siente ahora, libre, al escuchar este calificativo?

Canjeable es el mejor de los adjetivos con el que nos nombraban. Nos llamaban de todo, bestias, carga... Éramos canjeables por prisioneros de las FARC, guerrilleros capturados en combate o en misiones que estaban en prisiones, en Colombia. De alguna manera, la posibilidad de que el dolor de unos sirviera para aliviar el dolor de otros era lo que humanizaba la situación, que de hecho es deshumanizante. Ahora, lo que hay que saber es que nosotros no tuvimos nunca condiciones similares a la de los prisioneros de las FARC. Ellos tenían acceso a sus familias, les podían llamar y recibir noticias de los suyos. Ellos tenían asistencia médica, un sitio para dormir, un techo, una cama y abogados. Y adicionalmente tenían una fecha límite. Sabían que cumplirían tantos años y quizás menos si hacían servicios a la comunidad. Nosotros no teníamos nada ni a nadie, ninguna ley ni ningún abogado que nos protegiera. Nunca tuvimos condiciones similares a los guerrilleros encarcelados en prisiones de Colombia. Así que el secuestro no se puede mirar desde el punto de vista del canje, porque no hay tal canje. No había instituciones equivalentes en ambos lados, lo nuestro era una tortura.

¿Cuánto queda de la activista política, de la rebelde a ultranza de antes del secuestro?

Yo sigo siendo inconforme en muchas cosas. Sigo creyendo que este mundo podemos cambiarlo, que debemos cambiarlo; esa es la parte del optimismo que nunca perdí en la selva. Pero, obviamente, la selva fue un tamiz por el que se filtran las emociones, las actitudes y llega uno con un bagaje diferente. Pienso, hoy en día, que la política es necesaria pero no suficiente. Para que el hombre logre la paz y mis hermanos secuestrados consigan la libertad hay que tocar los corazones que se han endurecido por la guerra.

Ha confesado sentirse bloqueada para rememorar todo lo que pasó en la selva. ¿No puede recordarlo?

Sí lo recuerdo, todo el día lo recuerdo. Pero el problema es que cuando intento sacarlo fuera, ponerle palabras a todo lo que viví en la selva, las emociones se vuelven muy fuertes. Cuando sea capaz de hacerlo quiero que mi experiencia sirva a los demás, que no sea sólo vaciar el talego. Hay que ordenar los sentimientos y coger perspectiva de manera que, mi vivencia sirva para los demás, que no sea sólo la caricatura de una vivencia, de mi vivencia.

Yo sigo siendo inconforme en muchas cosas. Sigo creyendo que este mundo podemos cambiarlo, que debemos cambiarlo
— Ingrid Betancourt
Pidió en vano un diccionario y vivió apegada a una Biblia. ¿Qué se busca en Dios en una situación en la que, como usted ha reconocido, la muerte le llegó a suponer una liberación?

Dios es la única guía válida, la única respuesta concreta y satisfactoria.

¿Pensó alguna vez en quitarse la vida?

Claro. Todos los que estábamos en la selva pensamos muchas veces en eso, en quitarnos la vida.

Hasta que llegó el 2 de julio... ¿Cómo lo recuerda?

Empieza el despertar de la pesadilla y al mismo tiempo un sueño. La vida que llevo es muy diferente a la que dejé.

¿Cómo es ahora su vida?

Es una vida de mucha paz, de mucho amor, de mucha plenitud y de mucha consciencia. Soy quizás demasiado consciente de todas las puertas que se me han abierto. Es un sueño.

Y después... una vorágine de actos, charlas, fotos... "Uno no escoge ser un símbolo", como usted misma ha dicho.

Sí, claro, pero también está esa otra parte, el día a día.

¿Cómo es su día a día?

Un día a día de familia, de trabajo y por lo tanto de lecturas y de producir escritos. Soy consciente de que estoy muy solicitada... de que hay cientos de personas que quieren que intervenga y luego está Internet que me roba mucho tiempo. Tengo al día cientos de mensajes que, si bien no logró contestarlos todos, sí es cierto que, al menos los leo. Además tengo a mi lado a mucha gente que me quiere y que me ayuda.

... como su madre ¿Qué papel ha jugado su progenitora todo este tiempo?

Mi madre fue el cordón umbilical que me unió a la vida estando en la selva. Por ella me enteré de todo, de lo que pasaba en el mundo y a mi familia. Logré por mi madre mantener el contacto con ellos. Era su reflexión del mundo y de la vida la que logró ayudarme a tener la mía propia, una reflexión emocional y también política.

¿Qué situación vive ahora Colombia?

Colombia está viviendo un proceso interesante, que ha mejorado y que, como país, ha avanzado. Pero la realidad es que Colombia debe superar sus apasionamientos y encontrar un camino hacia el perdón y la tolerancia. Es un proceso que repentinamente puede acelerarse. La historia, es lo que tiene, que a veces da vuelcos bruscos. En el caso de Colombia estoy esperando a que eso suceda, que desaparezca la polarización que existe en Colombia en este momento, esos fanatismos... y que de una vez Colombia se pare a pensar cuál es el país que quiere dejar a su hijos. Creo que todos los colombianos compartimos un sueño: llegar a tener un país cuya voz se haga oír en todo el mundo. Hemos vivido situaciones muy críticas que nos autorizan a abrirnos al mundo como nación.

Discurso durante la entrega del premio

En el acto de la entrega de los Premios, Ingrid Betancourt, en su discurso señaló que "nadie puede sacrificar la vida de otra persona en el altar de su ideología o su cultura", opinó. Reclamó al mundo entero que se busque más la palabra, que "precede a la acción y abre las puertas" y pidió a todos los asistentes más diálogo y menos imposiciones. Además, reclamó públicamente la implicación de todos para acabar con los secuestros en su país: "el día 28 de diciembre espero que todo el mundo marche para reclamar a las FARC que liberen a mis compañeros", dijo.

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