Usuario:Paularestrepol/Una sociedad envuelta en un único problema
Dentro del amplio mapa de ciudades, pueblos y municipios colombianos, Guapi[1] parece no ser muy distinguido por el país.
Fueron seis los días que estuvimos en el municipio, tiempo suficiente para toparnos con una realidad completamente distinta a la que se vive en la capital, pero poco para comprender totalmente los problemas que afronta diariamente el pueblo ubicado en el Cauca[2], donde dado a las condiciones, la vida de pequeños y grandes parecen ir por la misma línea cuyo punto de partida es la situación medioambiental.
Eran cerca de las 10:00 de la mañana, como de costumbre hacía demasiado calor y el sol estaba alumbrando imponente con sus rayos abrasadores en lo alto. Ese día decidimos salir a caminar a La Muralla, una especie de muelle que quedaba frente al parque central del pueblo, donde solo bastaba bajar unos siete escalones blancos para llegar al río donde vimos a tres niños jugando. Los observamos lanzarse una y otra vez al agua, sin embargo, en esta se veía basura flotando, sobre todo botellas, cajas de icopor y bolsas. Lo curioso era que aquellos desechos llegaban por la corriente y gracias al oleaje se acumulaba en las orillas, que era precisamente donde los niños se encontraban jugando sin ponerle mayor importancia a los residuos, eso llamó nuestro atención.
Decidimos acercarnos a ellos, al principio se mostraban un poco tímidos y apenas nos dirigieron el saludo, pero nos quedamos ahí unos minutos más hasta que uno de ellos se acercó y empezó a conversar con nosotras, yo soy William y ellos son Camilo y Manuel, mis amigos, nos dijo con su marcado acento del pacífico y nuevamente se lanzó al río. Nadaron unos minutos más y finalmente salieron a hablar. Nos contaron un poco acerca de sus vidas, su edad, la ocupación de sus padres, qué grado escolar estaban cursando, además de algunas anécdotas por las que habían pasado.
Entre tanto decidimos preguntar acerca de la basura que se encontraba en el río, a lo que ellos respondieron de forma muy despreocupada que era normal. Aquella respuesta nos sorprendió. Surgieron nuevos temas de conversación, durante el tiempo que estuvimos hablando nunca se quedaron quietos, saltaban por los escalones y se lanzaban al río, hasta que en un momento vimos a William sentado intentando quitarse algo del pie, se había enterrado una esquirla de vidrio en la planta y le estaba causando dolor, pocos minutos después de intentar varia veces, logró finalmente retirarla, se levantó y siguió jugando.
Ya había pasado un poco más de una hora, así que nos despedimos y seguimos caminando. Mientras hablábamos con los niños, nos contaron que ya iban en cuarto de primaria y ya sabían leer y escribir. Entonces recordamos a Adolfo, un pescador con el que habíamos hablado el día anterior, quien nos contó que había aprendido a pescar primero que a leer ya que desde los siete años acompañaba a su papá al mar. A pesar de tener tres hermanos, era él quien había continuado con la tradición.
Adolfo era un hombre de mediana estatura, robusto y durante más de treinta años se ha dedicado a la pesca. Aquel día nos contó lo perjudicial que era para ellos como pescadores que los residuos se hallaran en el agua, no necesariamente porque al pescar encontrarán basura o algo similar, pues ellos pescaban en el mar y allá no habían llegado aún como tal todos los desechos que se veían en el río. El problema real eran las ‘chuspas’ (bolsas plásticas) que normalmente se atascaban en los motores mientras iban camino al mar para trabajar. “Toca estar pendiente porque las chuspas ahogan los motores y los queman, y el arreglo cuesta de tres a cuatro millones según sea el tamaño del motor”, afirmó Alfredo, quien a raíz de este problema cada vez que ve una bolsa en el agua la recoge para evitar que siga flotando y termine atascada en un motor.
Era un gran conocedor del tema de la pescadería, sus décadas de experiencia no eran en vano, tenía en su muelle varios tipos de redes, cada una servía para un tipo de pesca distinta y era algo que él y sus trabajadores conocían muy bien. Al caminar hacia la parte cubierta del muelle, se veían unas neveras donde se congelaba el pescado. Tan bien les iba con la pesca tanto de peces como de mariscos que llevaban gran parte hasta Buenaventura para venderlo, cabe aclarar que este puerto se encuentra aproximadamente a 10 horas en lancha de Guapi, por lo que es un viaje algo tedioso pero deja buenas ganancias la mayoría de veces.
Hizo énfasis en “la mayoría de veces” pues afirma que hay grupos armados que cobran vacunas (extorsión) a los pescadores por pasar por el río, según Adolfo son millones. “Depende de cuánto pescado llevamos y ahí calculan más o menos cuanto se va a ganar para así mismo cobrarnos”, nos cuenta además que es en ese momento cuando no se vuelve con la ganancia que se tenía en mente. Por esto, acciones tan sencillas como recoger las bolsas que ve flotando en el agua le ayuda a prevenir un gasto más.
Y fue gracias a él que conocimos una playa aproximadamente a 15 minutos de Guapi, donde había toda clase de residuos traídos por las olas, enterrados en la arena, un panorama sin duda abrumador. Días después, conocimos a Julio, con quien hablamos por un largo rato, cuando de repente empezó a contarnos acerca de una iniciativa a la que llamó ‘Guapi verde’ con la cual decidió empezar a recoger cartón en las calles, sin embargo, esto fue principalmente como un hobbie, ya que su propósito era ayudar a reducir el volumen de basura que se veía en el pueblo, residuos próximos a caer al río.
Cuenta que caminaba por las calles todos los días al salir del trabajo y recogía todo el cartón que encontrara a su paso, unos días después unos niños lo vieron y empezaron a ayudarle a recolectarlo. “Llegaban los niños a la casa y me llevaban cajas y todo aquello que fuera hecho de este material, bastó una semana para tener llena la sala de la antigua casa de mi abuela”, dice él con orgullo.
Al ver que su proyecto había sido de tal éxito, decidió ir a Buenaventura con el cartón que había recolectado para venderlo. Julio dice que uno de sus amigos tenía un barco lo suficientemente grande para llevar el cartón y que lo más importante fue que no le cobró.
Pero al llegar a Buenaventura para venderlo, lo pesaron y le dieron un poco más de ciento cincuenta mil pesos. Teniendo en cuenta que eso es lo que aproximadamente puede cobrar un barco hasta Buenaventura, así supo que esa alternativa no era rentable.
Dado a la complicada situación de los residuos sólidos, quien visite Guapi podría juzgar está problemática, sin embargo, no hay que caer en el error de pensar que el pueblo está así por falta de ‘cultura’ o algo similar. El tema de las basuras es delicado dado a que no hay una forma de sacar los residuos de la isla, la única alternativa sería con un barco que los lleve a Buenaventura, pero los costos serían altísimos y poco rentables, se necesitaría de un alto presupuesto o apoyo del gobierno, y evidentemente no lo hay.
Por eso se pensó hace unos años en hacer un relleno sanitario cerca a Guapi donde se llevarán los residuos de Guapi, Timbiquí[3] y López[4]. Es un proyecto que se está poniendo en marcha y con el cual se espera mejorar el bienestar de los guapireños y evitar que todos estos residuos caigan y terminen en los ríos.
Finalmente, y a modo de reflexión, hay que abrir los ojos y darse de que la realidad del país no sólo se reduce a Bogotá[5]. Conocer aquellos lugares casi olvidados es conocer la verdadera Colombia de la mano de aquellos que la han vivido cada segundo de sus vidas.
Compártela con nosotros
Fuentes
editar- Plantilla:Español Íngrid Valderruten “Necesidades sociales y violencia, dos factores que acechan a Guapi, Cauca” — El país.
- Plantilla:Español Revista Semana “Emergencia en Guapi por escasez de alimentos” — Revista Semana.
Blog: 'Guapi sin basuras' <ref>[6]